El tiempo después del velo de la muerte.
Todavía era temprano, solo faltaban 5 minutos para las 5 de la mañana. Aun sentía un poco de sueño pero el sentimiento de culpa y desorientación lo superaba por mucho, sentía que había caminado por horas y la sed se mezclaba con el frio cada vez mas mientras el sol empezaba a avanzar por el cielo sin que su luz lo calentara, solo el frio de la culpa le embargaba, una culpa de la que no sabía la razón.
Tenía la noción de que ya había pasado por esta calle porque esa casa azul casi derrumbada olía peor que el azufre y cada vez que pasaba se preguntaba como esos 4 niños podían dormir ahí. Pero no se podía detener ante estos pensamientos, tenía que llegar a la primera calle, sabía que la vida de alguien estaba en peligro si no lo hacía. Pero, no se daba cuenta de quién era el que estaba en peligro, no podía detenerse a pensar que no sabía quién era el mismo, ni en qué ciudad estaba solo conocía la culpa y la desorientación que aumentaban cada vez más, solamente rivalizada por el frio y la sed y ahora el hambre. Maldecía cada vez que podía a las autoridades de aquella zona olvidada por Dios, cada calle era igual a la otra y tenía que apurarse. Seis de la mañana dentro de cuarenta y cinco minutos, tenía que estar ahí como fuera y tenía que estar ahí ya.
Su cabeza buscaba señales de alguna persona o alguien que lo pudiera ayudar, sentía miedo y no podía pensar claro, tanta es su desesperación en estos momentos que no se ha dado cuenta que no ha visto a ni una persona, ni un auto ni un solo animal o ave en el cielo desde hace horas.
No podía ver a nadie y por más que buscara no encontraba ser vivo que lo ayudara y la neblina que había en el ambiente no ayudaba, lo único que podía ver era su camisa manchada de sangre con sudor y su reloj. ¡Solo 40 minutos¡ Tenía que pedir un taxi, si ¡Un Taxi! Pero, ¿En donde están?, sabía que alguien con la camisa manchada de sangre no inspira confianza pero no era por algo malo que recordara aunque lo podría ser si no se apuraba. Caminaba de arriba para abajo, una calle tras otra trataba de bajar en aquella ciudad de locos invisibles. Cuando pensaba que estaba cerca se daba cuenta que había subido en lugar de bajar, no podía distinguir entre calle y avenida y está todavía oscuro, la camisa manchada de sangre otra vez estaba húmeda y el sol regresaba de oeste a este y se sentía raro, angustiado y el tiempo regresaba y todavía tenía que llegar a la 1era calle pero…
Todavía era temprano, solo faltaban 5 minutos para las 5 de la mañana y se sentía desorientado a pesar del sueño pero tenía que llegar a la 1era calle, sabía que ya había pasado por aquella calle, esa casa azul casi derrumbada con aspecto de quemado le era familiar y los 4 niños que dormían, muertos por la mano de su padre. Tenía que llegar a la 1era calle aunque ya estaba ahí y la casa que buscaba olía peor que el azufre del que está hecho el infierno en el que se encontraba, destinado a buscar una calle en la que ya estaba y de la que no podía salir y que su cobardía y culpa no lo dejaban ver.
Mientras el tiempo pasa y aunque los muertos que llegan al final de su vida en pecado no lo sienten, su dolor y castigo es eterno. Segundo a segundo se suman los años, años que no tienen fin pues en el infierno no existe el tiempo.
En las noticias de las 6 de la mañana sale una noticia de última hora: Un hombre asesino a sus hijos por despecho a su mujer que aparentemente lo había dejado. Matando a sus hijos en un ataque de rabia intentó luego dejar abierta la llave del gas y morir al ingerirlo mas no fue así puesto que un corto circuito en la casa produjo una gran explosión matando al padre e incinerando a sus hijos en el acto.
Tenía la noción de que ya había pasado por esta calle porque esa casa azul casi derrumbada olía peor que el azufre y cada vez que pasaba se preguntaba como esos 4 niños podían dormir ahí. Pero no se podía detener ante estos pensamientos, tenía que llegar a la primera calle, sabía que la vida de alguien estaba en peligro si no lo hacía. Pero, no se daba cuenta de quién era el que estaba en peligro, no podía detenerse a pensar que no sabía quién era el mismo, ni en qué ciudad estaba solo conocía la culpa y la desorientación que aumentaban cada vez más, solamente rivalizada por el frio y la sed y ahora el hambre. Maldecía cada vez que podía a las autoridades de aquella zona olvidada por Dios, cada calle era igual a la otra y tenía que apurarse. Seis de la mañana dentro de cuarenta y cinco minutos, tenía que estar ahí como fuera y tenía que estar ahí ya.
Su cabeza buscaba señales de alguna persona o alguien que lo pudiera ayudar, sentía miedo y no podía pensar claro, tanta es su desesperación en estos momentos que no se ha dado cuenta que no ha visto a ni una persona, ni un auto ni un solo animal o ave en el cielo desde hace horas.
No podía ver a nadie y por más que buscara no encontraba ser vivo que lo ayudara y la neblina que había en el ambiente no ayudaba, lo único que podía ver era su camisa manchada de sangre con sudor y su reloj. ¡Solo 40 minutos¡ Tenía que pedir un taxi, si ¡Un Taxi! Pero, ¿En donde están?, sabía que alguien con la camisa manchada de sangre no inspira confianza pero no era por algo malo que recordara aunque lo podría ser si no se apuraba. Caminaba de arriba para abajo, una calle tras otra trataba de bajar en aquella ciudad de locos invisibles. Cuando pensaba que estaba cerca se daba cuenta que había subido en lugar de bajar, no podía distinguir entre calle y avenida y está todavía oscuro, la camisa manchada de sangre otra vez estaba húmeda y el sol regresaba de oeste a este y se sentía raro, angustiado y el tiempo regresaba y todavía tenía que llegar a la 1era calle pero…
Todavía era temprano, solo faltaban 5 minutos para las 5 de la mañana y se sentía desorientado a pesar del sueño pero tenía que llegar a la 1era calle, sabía que ya había pasado por aquella calle, esa casa azul casi derrumbada con aspecto de quemado le era familiar y los 4 niños que dormían, muertos por la mano de su padre. Tenía que llegar a la 1era calle aunque ya estaba ahí y la casa que buscaba olía peor que el azufre del que está hecho el infierno en el que se encontraba, destinado a buscar una calle en la que ya estaba y de la que no podía salir y que su cobardía y culpa no lo dejaban ver.
Mientras el tiempo pasa y aunque los muertos que llegan al final de su vida en pecado no lo sienten, su dolor y castigo es eterno. Segundo a segundo se suman los años, años que no tienen fin pues en el infierno no existe el tiempo.
En las noticias de las 6 de la mañana sale una noticia de última hora: Un hombre asesino a sus hijos por despecho a su mujer que aparentemente lo había dejado. Matando a sus hijos en un ataque de rabia intentó luego dejar abierta la llave del gas y morir al ingerirlo mas no fue así puesto que un corto circuito en la casa produjo una gran explosión matando al padre e incinerando a sus hijos en el acto.
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